Un puente entre dos miradas

Ya esta a la venta la esperada novela basada en hechos reales del escritor Iván de la Varga Franco, este emocionante y enternecedor libro solidario colabora con la Asociación AELIP (Asociación Española de Lipodistrofias), promete cautivar a los lectores con su historia y al mismo tiempo contribuir con una noble causa.

“—Iris, estos agentes van a interrogarte. ¿Podemos pasar? —preguntó.

Asentí con la cabeza y entraron los tres.

—Bien —habló el más bajo—. ¿Puede relatarnos lo que ha ocurrido?

—Simple: ese hombre ha intentado forzarme.

—Entenderá que debemos cerciorarnos antes de llegar a esa conclusión. ¿Qué hacía en su cuarto? —preguntó el otro.

—Me metió cogiéndome del brazo con rudeza.

—Entonces, ¿no fue usted quien entró por su propia voluntad como nos indica el detenido?

—No —respondí poniéndome tensa—. Yo le avisé de que debía limpiar el cuarto para el siguiente huésped y él me sujetó del brazo y me metió en su habitación para forzarme.

—Entiendo… —intervino el más bajito acariciándose el mentón—. ¿Qué ropa llevaba usted en ese momento?

—El uniforme —señalé la silla donde lo había dejado.

—¿Y mantuvieron alguna conversación con anterioridad?

—No, salvo las concernientes a mi trabajo.

—Explíquese, por favor —objetó el otro.

—Pues esas de si “quiere más café” o “aquí tiene su abrigo”. Nada más.

—¿Segura? —inquirió el bajito.

Estaba empezando a ponerme más nerviosa y apretaba los puños y los dientes porque intuía que pensaban que yo había provocado la situación.

—Según nos cuenta el detenido, usted ofreció tomarse un café con él, ayer.

—Eso es mentira, fue él quien me invitó y me negué.

—Eso es lo que nos cuenta…

—Y yo les cuento lo que ha sucedido.

—En fin, es su palabra contra la del detenido… —afirmó el bajito—. ¿Está segura de que no le sugirió nada para que él se confundiera y se imaginara otra cosa?

—Si me permiten —disrumpió don Ernesto que había permanecido paciente—, tengo que informarles de que este hombre es habitual en la pensión. Lleva varios años viniendo y el año pasado, antes de que mi sobrina Iris estuviera aquí, también tuvo otro altercado con otra camarera.

Encarné las cejas con asombro a las palabras de don Ernesto, que me miró mostrando una sonrisa disimulada y cómplice.

—¿Lo denunciaron? —preguntó el bajito.

—Sí.

—Pues no nos consta. —sentenció fingiendo que buscaba entre los atestados.”

¿Qué le ocurrirá a Iris? La respuesta la encontrarás en "Un puente entre dos miradas"

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